REGALO DE NAVIDAD

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Aún faltan seis días para la navidad, pero mi hermano menor ya tiene su regalo, el muy desgraciado, abajo en el jardín disfruta ya del pedido que le hizo a Papá Noel y que le llegó antes de noche buena, bueno, creo que a partir de ahora creeré más en Papá Noel…

Al infeliz no le bastó nacer en viernes 13, sino que además casi mata a mamá durante el parto, eso si que es mala suerte. Después de un pequeño paso por una incubadora, mamá llegó a casa con el pequeño Joaquin en brazos, papá detrás de ella con una botella de whisky y su sonrisota que le cubría toda la cara – Nació a las 9:30 – lanzó su grito que retumbó por toda la casa, yo tenía apenas 5 años y jugaba con mis carritos de construcción, llenando de arena la sala, cosa que no le importó mucho a mis padres, estaban demasiado felices con el nacimiento de Joaquincito, nunca me sentí celoso de él, hasta el día de hoy en que lo veo a través de mi ventana con la sonrisa dibujada en el rostro y mis padres prestándole más atención que de costumbre, creo que ahora no les importa mucho lo que yo haga, podría largarme a embriagarme con mis amigos, pero prefiero envidiar a mi hermano desde la soledad de mi habitación.

Los años pasaron casi sin darme cuenta, todo fue muy rápido y mientras yo iba a la escuela Joaquín ya iba al kinder, tenía talento, supongo que la habilidad para la marinera la heredó de la familia de papá, todos lo querían, se había convertido en un niño de lo más educado, respetuoso, talentoso, aseado, era el único de sus compañeros que no tenía piojos en la cabeza y que antes de terminar el kinder ya casi sabía leer y escribir, una memoria prodigiosa la de mi hermano, eso le tuvo que servir de mucho, después de todo fue así que le escribió su carta a Papa Noel, carta que tengo hoy entre mis manos y que mis padres aún no han leído, estoy seguro de que pondrán el grito en el cielo cuando lo hagan.

Cumplió los cinco años y le organizaron una gran fiesta de cumpleaños, toda la casa llena de globos, serpentinas, dibujos de payasos… payasos… aquellos payasos que lo intrigaron desde que les perdió el miedo, cuando hablábamos de ellos me decía que los envidiaba, que envidiaba su habilidad para reír y jugar todo el tiempo, sin problemas, sin preocupaciones – ¿Cuándo has visto un payaso que llora? – me preguntaba cuando le decía que eran hombres comunes y corrientes, de la misma manera se respondía – ¡Nunca! Ellos viven felices con todos sus colores y sus sorpresas, con sus trucos, y si llegan a sufrir ¡se aguantan!, que valientes son esos personajes tan coloridos – Pobre ingenuo, aún así estoy seguro de que ya te has dado cuenta de la verdad de los payasos, resignados a esconder sus sufrimiento por unas horas, para hacer feliz a tanto mocoso malcriado, la próxima vez que hablemos, que no sea de la risa del payaso, mejor que sea de su sufrimiento. Se hace más tarde, y mis padres ya metieron a Joaquin a casa, le piden que se canse de jugar ya con ese regalo, pero el idiota se aferra cada vez más a él, mis padres son obstinados, saben muy bien que no lo dejará jamás, lo ha deseado demasiado como para dejarlo ir así nada más.

Cuando tenía nueve años su vida cambió por completo, una noche que encontró entre los papeles de mamá un mail… ese mail que cambió su vida y lo hundió hasta el día de hoy… El remitente era un desconocido, no creo que tenga sentido recordar el nombre, ¿Qué decía ese mail pequeño Joaquin?, era acaso un asunto de negocios, la oferta del perfume que tanto le gustaba a mamá, era una de esas cadenas estúpidas que la gente envía con la esperanza de que un milagro ocurra en sus vidas, no, era una carta muy romántica, - como esas que se envían los enamorados - me dijiste entre sollozos, así es hermanito, mamá engaña a papá con otro, yo lo sabía desde hace un tiempo, pero no me mortifiqué en lo absoluto como tu lo hiciste, creo que es la naturaleza humana, o como dice mamá “la falta de afecto” que ella sufría, mamá tuvo una infancia muy complicada, quizás sea eso lo que ocasionó semejante daño en su cabeza, ahora leo la carta que escribiste a Papá Noel:

“Querido Papá Noel, ahora que se acercan las fiestas navideñas te escribo nuevamente, primero para agradecerte el regalo del año pasado, la bicicleta nueva me sirvió de mucho, y segundo para pedirte el regalo de este año, sabes que he sido muy bueno, y que merezco lo que voy a pedirte, esta vez no será algo material, así que no te costará mucho trabajo complacerme, antes de pedirte mi regalo, espero que puedas responderme una duda. Estoy comenzando a sospechar, que mis cartas no te están llegando, el año pasado descubrí a papá hurgando entre las cartas y creo son mis padres quienes recogen mis cartas del buzón y me compran los regalos, creo que este año descubriré la verdad, ya que lo que voy a pedirte mis padres no lo podrán comprar…”

Cuanta razón tenías ingenuo, y tienes razón, tu bicicleta te sirvió más de lo que pensabas.

Mucho tiempo se guardó la infidelidad de mamá, por lo que se acostumbró a sus mentiras, a sus salidas, a sus borracheras, a todo. Creo que eso contribuyó para que no le doliera tanto el enterarse que papá hacía lo mismo, - Esos dos nos están engañando – me dijo cuando escuchó a papá en el teléfono, durante semanas meditó que hacer respecto a mis padres, no sabía que pensar, constantemente les enviaba indirectas y su semblante cambió por completo, ya no era todo el tiempo el niño educado y respetuoso, cuando conversábamos había optado por cambiar las palabras “papá” y “mamá” por “cabrón” y “puta”. Ahora lo que le dolía no era la infidelidad, sino el hecho de que podían dormir en la misma cama y fingir amor durante tanto tiempo, todo un circo para mantenernos tranquilos a Joaquin y a mi, en realidad no me importaba, pero si al pequeño Joaquín, cada vez más renegado y más triste, nada comparado al día de hoy, que no borra la sonrisa del rostro, mientras mamá le acaricia la cabeza con la misma ternura del día en que nació.

Hoy Joaquín se levantó muy temprano, y reflejaba una tranquilidad inquietante, saludó a mamá muy contento y le dio un abrazo grande a papá en el desayuno, se aseó y se puso el pantalón negro que tanto le gustaba, una camisa que le regaló la abuela cuando cumplió diez y se lustró los zapatos, cogió la bicicleta y comenzó a andar con ella por todo el jardín, yo me encontraba en mi cuarto cuando me di cuenta de que la había metido a la casa y la subía por las escaleras, reía como un demente mientras lo hacía, pero no le tomé importancia, continuaba tirado en mi cama escuchando música. Ahora leo su carta y termino de comprender las cosas.

“…Quiero que este año me lleves a vivir contigo, prometo no estorbarte, solo quiero salir de este infierno en el que me tocó vivir, y del cual estoy cansado, por lo que he podido escuchar, en el polo norte las cosas son más tranquilas, espero que la noche de navidad vengas en tu trineo y me lleves junto a ti, volando por el cielo, lejos de mi casa…Espero tu pronta respuesta.
Joaquin.”

Joaquín llevó la bicicleta hasta la azotea y lo escuché jugar a ser Papá Noel, volando en su trineo y repartiendo regalos por el mundo, me conmovió su inocencia, me acerqué a mi ventana para observar la calle cuando vi a Joaquín caer desde la azotea montado en su bicicleta, un impacto y el sonido de sus huesos rompiéndose sacaron a mamá de la cocina, salió al jardín y se desmayó, papá salió corriendo y observó el cuerpo de mi hermano, su rostro sonriente ensangrentado y el cráneo roto, dos lágrimas brotaron de sus ojos y luego de despertar a mamá lloraron juntos junto a su cadáver, lo metieron a la sala y ahí están ahora, llorando y sufriendo, a comparación de Joaquín, que recibió su regalo seis días antes de navidad, y ahora vuela por el cielo, riéndose del sufrimiento, jugando a ser Papá Noel, jugando eternamente…

En lo que a mí respecta, extrañaré las conversaciones con mi hermanito, y a partir de hoy creeré más en Papá Noel y le escribiré una carta, quizás pueda ver a mi hermano y hablar de los payasos…

POETA 1585