Y me senté a escribir, de todo un poco…
Para encontrarme, para liberarme, para soñar…
Con la mañana en que despierte con el dorado en mi cama
Con el verde entre mi almohada,
Con tu luz entre mis manos…
Escuché la voz de una madre/padre, y dos hermanos…
Que me amaban, que me abrazaban
Que me llenaban de besos cada mañana tierna
Que me envolvían con abrazos en cada noche fría…
Me senté a escribir, y el viento me trajo el calor de un padre
Y ese padre me soñaba y me estrechaba entre sus brazos
Que sin voz me gritaba que lo amara,
Que sin llanto me lloraba para verlo
Que sin canto me arrullaba al descansar mi alma…
Me senté a escribir, y escuché la voz de tres mujeres tiernas…
Cada una con su luna, cada una con su Dios…
Una que respira indiferente después de quitarme el aire,
Una que me acompaña a todas partes, que no me deja morir,
Una que me aturde con su risa, y me despierta con su voz…
Me senté a escribir, con la ilusión de seguir vivo
Con las ganas de cantar una vez más, de gritar, ¡de soñar!
Me senté a escribir… y miré a mi alrededor buscándolos…
Me senté a escribir… con millones de por qué entre los dedos…
Me senté a escribir y me di cuenta que era tarde…
Me senté a escribir… y me di cuenta que ya estaba muerto…