El Gringo

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Una tarde mientras iba a una reunión en el colegio donde estudio, pude percatarme de unos ancianos olvidados por el tiempo y la sociedad que conversaban amenamente en una acera, fue tanta mi curiosidad al ver los gestos de sorpresa en el rostro de uno de los ancianos, que me acerqué un poco a ver si alcanzaba oír algo, sin importarme la hora a la que llegaría a mi reunión. Saqué mi teléfono celular como para disimular un poco, y me paré aproximadamente a un metro simulando una conversación telefónica. Los ancianos conversaban de las anécdotas de su lejana juventud, y me llamó la atención el relato de uno de ellos que decía lo siguiente:

“Hace algunos años en la ciudad de Chachapoyas, llegó por motivos de trabajo un extranjero nacido en Canadá, un tipo alto de cabellos y bigotes rubios como el sol de verano, que por su carisma y buen humor, se ganó la aceptación y la simpatía de los pobladores muy rápidamente, por lo que la gente de la ciudad lo llamaba simplemente El Gringo.
Nunca le negó un favor a nadie, por lo que no faltaba aquel burlón que se aprovechaba de eso, todavía recuerdo el día que un pícaro joven, imitando su castellano masticado se acercó a la casa del Gringo y le pidió que le prestara 70 soles porque necesitaba viajar a Pedro Ruiz para visitar a su enferma tía, el Gringo le hizo el préstamo con la condición de que a su regreso le devolviera el dinero, ¡ay como nos reímos al ver la expresión del Gringo cuando le dijimos que el joven siempre había vivido en Pedro Ruiz y que solo estaba por aquí de pasadita!.
A pesar de eso, el Gringo nunca perdió la sonrisa tan alegre que lo caracterizaba y que inspiraba tanta confianza que hasta daban ganas de contarle que color de ropa interior se había puesto uno en la mañana.

El Gringo llegó a convertirse rápidamente en uno de los personajes mas conocidos y queridos de la ciudad, tanto fue así que estaba en todas las reuniones, misas, fiestas, debates, izamientos, juergas y todo tipo de actos públicos que ocurrían en la ciudad, y el se sentía muy contento al notar su aceptación por parte de la gente.

Pero había una cosa que lo hacía perder los estribos, aunque muchas veces no lo hizo notar, y se lo guardaba para sí mismo, lo que el Gringo no soportaba era la impuntualidad de algunas personas, ya que en su natal Canadá tenía la costumbre de asistir siempre puntual a todas partes, creo que era parte de su cultura o algo así.

En todo el tiempo que vivió en la ciudad el Gringo nunca llegó tarde a una reunión, por mas informal que ésta fuera, y le desesperaba ser el primero en llegar al lugar citado, en una ocasión fue a una fiesta y tuvo que sentarse largo rato a esperar que el dueño de la casa llegara a abrir su puerta porque había salido a hacer unas compras de ultimo minuto, y como si esto fuera poco, el pobre Gringo tuvo que ayudarlo a barrer el salón porque ni siquiera eso había hecho.

En otra oportunidad fue al velorio de un hombre a quien él apreciaba mucho, y le rechinaban los dientes de la cólera al verse él solo sentado junto al muerto esperando que se dignaran a aparecer los familiares y conocidos del finado, fue grande la sorpresa de las personas al encontrarlo dormido junto al cajón, cansado de tanto esperar, y mucho mayor fue la ira del Gringo al escuchar algunos comentarios que lo juzgaban de mal educado y grosero por haberse quedarse dormido a lado del difunto, -ojalá le jale las patas en la noche cuando esté durmiendo- decían algunas señoras que se daban de educadas y cultas.

Un día se armó una algarabía en la ciudad, cuando se percataron de que el caballero anglosajón no había llegado a la misa de los domingos, pensaron que estaba enfermo, lo cual no era muy común en el, así que un grupo de curiosos fueron hasta su casa para saber el motivo de su inasistencia, golpearon la puerta tan fuerte que uno de los vecinos mas decrépitos se levantó de su sueño y por poco agarra a pedradas a los curiosos.


Pasaron dos semanas y el popular Gringo no aparecía por ninguna parte, sus amigos mas cercanos se preocuparon mucho y andaban por toda la ciudad preguntando si habían visto a aquel caballero de rubios cabellos y bigotes tan poblados, pero nadie daba razón de su paradero, fue tal su preocupación que tumbaron la puerta de su casa, por temor de que le haya pasado algo malo, pero no encontraron nada mas que su larga cama de dos plazas, sin colchón, ni frazadas ni nada, Así que asumieron que el Gringo se marchó de la ciudad, y lo que era peor sin despedirse.

No pasó mucho tiempo de eso, hasta que uno de los hombres mas acaudalados de la ciudad organizó una fiesta en su casa, un salón grande adornado finamente con copias de algunos cuadros conocidos en el ámbito de la pintura Europea, repartió invitaciones a la gente del pueblo, citándolos a las 8:00 PM. Toda la ciudad se encontraba en el gran salón, impuntuales como de costumbre, pero pasó toda la noche sin que apareciera el organizador de la fiesta.
La policía se puso en acción y comenzaron a buscar al desaparecido hombre, fue grande la sorpresa al encontrarlo muerto al borde de un río por las afueras de la ciudad. Inmediatamente se iniciaron investigaciones para dar con el culpable, pero fueron en vano, no había rastros, ni pistas, ni huellas del asesino, solo se supo que murió apuñalado.
El cura del pueblo era un hombre un poco mayor, que se caracterizaba por ser casi tan puntual como el conocido Gringo, se produjo el alboroto en la ciudad cuando el cura no llegó una noche a la misa de los domingos, dejando con los crespos hechos a un grupo de señoras cucufatas que llevaron una botella de vino añejo para obsequiárselo al curita. Buscaron al clérigo por toda la ciudad sin tener éxito, un hombre muy apegado a la religión, acudió con cierto temor a la orilla del río donde había sido encontrado el cuerpo del desafortunado hombre, y se horrorizó al ver el cadáver del cura en las mismas condiciones que en el asesinato anterior.

Una mañana apareció en la comisaría de la ciudad un joven campesino, dedicado a sus terrenos toda su vida, aduciendo haber presenciado los asesinatos que habían puesto en alerta a todos los ciudadanos. Un tanto asustado el campesino relató que era aproximadamente las 8:15 de la noche cuando vio al acaudalado hombre dirigiéndose al salón donde se iba a realizar su fiesta, cuando una sombra lo atrapó de la parte trasera de la camisa y lo arrastró hacia un callejón, el campesino lo siguió para ver de que se trataba, y lo único que alcanzó a ver fue a la sombra apuñalando despiadadamente el cuerpo de aquel caballero, por mas que intentó no pudo observarle el rostro al asesino, pero su sospecha comenzó cuando un rayo de luz de luna cayó sobre la cabeza del matón y brilló el color dorado de su cabello, mientras se alejaba con rumbo al río.
Continuó relatando lo sucedido, mientras los policías dejando sus labores de lado, rodearon al campesino y lo escuchaban asombrados, mientras algunos pensaban. El campesino no dejó espacios y contó que era el día domingo y vio al cura saliendo de su casa, le extrañó mucho el hecho de que ya era un poco tarde para la misa, cuando apareció nuevamente la sombra y de un zarpazo arrojó al suelo al cura, lo levantó, se lo puso sobre el hombro y se lo llevó hacia el río, el campesino horrorizado regresó a su casa y no quiso salir, sino hasta que llegó a sus oídos la noticia de que estaban buscando al asesino.

El Coronel de la policía ordenó que se tendiera una trampa para atrapar al delincuente, así que el alcalde programó una fingida reunión en la municipalidad, y se hizo de conocimiento a toda la ciudad citándolos a las 9:00 PM. Ese día el alcalde hizo un retrazo fingido en su casa, saliendo de ella a las 9:20 PM, mientras los policías vigilaban atentos los alrededores, el alcalde salió de su casa y apareció la sombra, que lo cargó sobre los hombros y se dirigió camino al río mientras los policías los perseguían, llegaron a las orillas del río y la sombra aun no dejaba caer el cuerpo del alcalde cuando los policías alumbraron con sus linternas la cara del asesino y vieron horrorizados los poblados bigotes rubios y los ojos rojos como la sangre de sus víctimas, con las pupilas desorbitadas y un gesto desquiciado en el rostro, mientras en la mano derecha sujetaba un puñal manchado con sangre, no había ninguna duda, se trataba del Gringo. Los policías le ordenaron que suelte el puñal, pero el Gringo no reaccionaba, tenia la mirada perdida en el vacío y respiraba agitadamente. Dos de los policías mas valientes se aventaron sobre él para atraparlo, pero cuando estaban a punto de tocarlo, desapareció como haciéndose humo. Todos huyeron asustados del lugar, y fueron pocos los que quisieron contar lo que pasó esa noche.

Ahora se dice que el Gringo todavía sigue por la ciudad, esperando que algún otro impuntual se descuide y caiga en sus manos, para llevárselo al río y enseñarle de la manera difícil a ser puntual, aunque solo le sirva en la otra vida”

Terminaba de escuchar el relato del anciano, cuando me percaté de que me había atrasado 15 minutos para llegar a la reunión en mi colegio, inmediatamente guardé mi teléfono celular y corrí un tanto asustado a mi reunión, desde entonces no llego tarde a ningún lugar, no por temor al Gringo, sino porque comprendí que ese hombre se sentía ofendido ante la impuntualidad de la gente.

De aquel anciano no supe nada en mucho tiempo, hasta que me contaron que no llegó a una fiesta, y lo encontraron tirado a orillas de un río, con el rastro de unas cuantas puñaladas y una hebra de cabello rubio en la camisa.

Poeta 1585

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