Dulces Sueños

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Hola mamá, soy Sandro, vine a visitarte porque me voy de viaje, y quise pasar a despedirme antes de partir. ¿Recuerdas nuestra historia mamá? ¿Te acuerdas que solíamos vivir con papá en una casa alejada de la ciudad?, éramos muy felices ¿Te acuerdas mamita?.

Los domingos salía con papá a pasear por el campo, también venía con nosotros Kaiser, nuestro perro, el pastor alemán que papá supo criar muy bien y que cuidaba la casa por las noches. Me gustaban mucho los paseos con papá, el me enseñó muchas cosas, me enseñó que los hombres no lloran, que las mujeres solo servían para atender a los hombres y que todo aquel que no pensaba así era un maricón y merecía morir.

¿Te acuerdas encontramos un venado acurrucado entre las plantas?, yo pensé que estaba durmiendo, pero papá dijo que estaba herido, me hizo coger el cuchillo y me dijo que le saque el pellejo mientras el lo sujetaba, pero no quise hacerlo porque aún estaba vivo, y papá me golpeó en el rostro que me sacó sangre en la ceja. Con el rostro sangrando y con un sentimiento de lástima y culpa me acerqué al animal y lo despellejé mientras papá le sujetaba las patas, estaba apunto de llorar al oír como aquel venado lanzaba al viento sus gritos llenos de desesperación y agonía, presa del dolor y del sufrimiento, y papá me dijo que si lloraba me iba a dar una golpiza, me dijo que debía disfrutarlo, no se que me pasó, pero por un momento sentí satisfacción al hacerlo, aunque nunca olvidaré esos gritos espantosos que me pusieron la sangre fría, casi tan fría como lo están ahora tus manitos mamá. Luego de eso no quise salir con papá nuevamente, me quedó la culpa en la conciencia.

Por las noches solía ayudarte en la cocina ¿verdad?, todavía puedo sentir en mi rostro tus caricias llenas de amor y ternura, todavía recuerdo tu tierna voz por las noches cuando me acostabas en mi cama y luego de darme un beso en la frente me decías que si algún día no estás, debía escapar y buscar un refugio, pero que por ningún motivo me quede con papá, creo que era porque él trabajaba mucho y no te gustaba que me quede solo.

Nunca supe donde trabajaba papá, todas las noches lo veía quemar hojas de marihuana en un papelito y fumárselo, ¿Papá estaba enfermo cierto? El me lo contó y me dijo que fumaba eso porque era su terapia. Una noche que no podía dormir me acerqué a la puerta de tu cuarto, y observé por el ojo de la cerradura un bulto que estaba tirado en uno de los rincones de la habitación; me di cuenta por el cabello que esa eras tu mamá, estabas llorando y tenias la cara bañada en sangre, tus brazos los tenías sobre el pecho como protegiéndote de algo y temblabas mucho, creo que sentías frío, quise entrar para ayudarte, pero me di cuenta que papá estaba ahí, llevaba una correa de cuero en la mano derecha que utilizó para golpearte, y tu gritabas mamita, le decías a papá que no te pegue pero el no te hacía caso, el soltó la correa y te cogió del brazo, te levantó y te tiró sobre la cama, te alzó el camisón que usabas para dormir e hicieron el amor, no era la primera vez que los veía, pero esta vez era diferente, tu rostro mostraba tristeza, dolor, discúlpame mamita, fui cobarde aquella noche, no entré a defenderte.

Me dolió mucho cuando comenzaste a estudiar lejos, porque sabía que te iba a extrañar a pesar de que venías a visitarnos constantemente, siempre te gustó superarte mamita, yo quiero ser como tu cuando crezca. Luego de un tiempo papá dijo que no tenía tiempo para cuidarme todo el día y me dejó en casa de uno de sus amigos, ese al que papá le decía perro blanco, un tipo alto, de tez blanca y muy guapo; la pasaba muy bien con él, jugábamos todo el día, algunas noches papá venía a recogerme y dormía en casa, las demás noches no llegaba.

¿Te acuerdas que me visitabas en la casa de perro blanco al volver de tus viajes?, y me traías muchos regalos y caramelos. También me acuerdo que te gustaba mucho conversar con perro blanco mientras se tomaban unos tragos, yo jugaba con algunos carros en la habitación donde dormía. Pero me fallaste mamita, eso me dolió en el fondo del alma, si hay algo que el tiempo no borrará de mi corazón fue aquella noche que mientras dormía me despertó un sonido que me resultó familiar , me levanté de la cama y caminé por la habitación, tratando de encontrar la fuente de aquel sonido, y me horroricé cuando me acerqué a la habitación de perro blanco e inmediatamente reconocí lo que era: Eras tu mamita, y gemías, gemías mientras le decías a perro blanco que lo amabas, no podía creer lo que escuchaba mamá, todo mi mundo se derrumbó. A partir de ese día tu llegabas mas a menudo a casa de perro blanco, y yo pasé a un segundo plano de tu vida, ese día para mi te convertiste en una triste y vulgar ramera.

Ya nada era igual, comencé a ver con odio a perro blanco, ese hombre con el que convivía todos los días y que por las noches me lo imaginaba haciéndole el amor a mi madre, me cubría las orejas con las manos porque no quería escucharte gritar y gemir de placer; yo sabía lo que pasaba en esa habitación, mas nunca abrí la puerta, solo me tiraba a la cama y todo el cuerpo me temblaba, temblaba de rabia. Ya no podía verlo a los ojos, porque un instinto asesino me hervía en la sangre, y quería arrancarle los testículos y hacer que se los trague, y no podía hacerlo, me triplicaba la edad y la fuerza; me sentí impotente mamá.

Durante mucho tiempo mi padre no llegó a recogerme, luego me contaron mis amigos que unos hombres se lo habían llevado lejos una noche oscura que lo encontraron tirado en la calle, no me importó mucho, después de todo, las cosas ya habían cambiado, fui a casa a ver si estaba escondido ahí pero solo encontré a Kaiser, estaba muy flaco y se veía hambriento, así que lo traje conmigo para que me haga compañía.

Nunca te dije nada mamita, no quería que sepas que me rompiste el corazón, porque pensé que eso te iba a entristecer. Pero te soy sincero, cada día odiaba mas a perro blanco, tal vez tu no sabes esto, pero yo escuché la conversación que tenías con él, le contaste que estabas embarazada, y te veías muy feliz, creo que a el no le alegró la noticia, te vio con los ojos llenos de odio y estuvo a punto de golpearte cuando Kaiser se abalanzó sobre él y lo mordió en el rostro, un río de sangre corrió por la habitación, pensé que perro blanco estaba muerto y me asusté, pero se levantó y sacó la navaja que llevaba siempre en el bolsillo, tomó a Kaiser de las patas y le cortó el cuello, mi fiel compañero ponía los ojos blancos y aullaba fuerte, como llamándome, pero nadie se percató del pobre Sandro, sentado en un rincón, lamentando entre sollozos la muerte de su fiel compañero.

Siempre tuve temor a perderte mamita, pasé muchos días pensando en eso y cada día me asustaba más. Sentí gran desesperación el día que perro blanco te dio de tomar esas pastillas a la fuerza y dijo que te mataría si le decías a alguien, todavía no puedo olvidar el dolor que reflejaba tu mirada mientras te retorcías en el suelo y pedías auxilio, tu cuerpo tembloroso casi moribundo, toda la sangre que arrojabas por la boca, tus lágrimas cargadas de desesperación e impotencia.

¿Por qué no me dijiste que estabas enferma mamita?, yo hubiese dado mi vida para aliviar tu enfermedad. Fui un estúpido al no darme cuenta de tus desmayos continuos, tu llanto de dolor por las noches, tus oraciones pidiéndole a Dios por tu vida y rostro ojeroso, lastimero, demacrado.

¿Por qué no me lo contaste antes mamita?, esperaste el último momento para contarme algo que con esfuerzo yo hubiese podido remediar, esperaste tus últimos minutos para contarme que el hijo que esperabas murió en tu vientre, y que seguía ahí, con su pequeño cuerpecito descomponiéndose día tras día, acabando con tu vida. Hasta hoy sigue en mi memoria tu rostro tan bello, tan lleno de ternura cuando me dijiste que morirías sin que nadie pueda hacer nada. Y moriste en mis brazos mamita, me dijiste que me querías y que desde el cielo me cuidarías para que no me pase nada. Me amaste hasta el último momento.

Mi corazón se llenó de ira en ese instante, se oscureció mi alma y el animal que llevaba adentro despertó, caminé hacia la cocina, tomé un cuchillo y me senté en la cama a tu lado, si no estabas conmigo ya no quería vivir, quería ir al cielo contigo para jugar todo el día y alejarme de la podredumbre de este mundo. Pero no me dejaron hacerlo, observaba aún tu rostro sonriente cuando llegó perro blanco y se tiró encima mío para quitarme el cuchillo, pero mis reflejos fueron mas rápidos que él, no se lo que pasó en ese instante, solo recuerdo mi mano sujetando el cuchillo fuertemente, y el cuchillo incrustado en su espalda, el rodó por el piso y me maldijo, y antes de que saque la navaja que llevaba en su bolsillo, corrí hacia él como un puma y me senté sobre su espalda ensangrentada, lo tomé del cabello y sin el menor de los escrúpulos le corté el cuello, lo degollé tal como él hizo con Kaiser, y sus gritos me recordaron a los del venado que despellejé, la sangre corría por toda la habitación, y el aún exhalaba sus últimos quejidos, no se si esta bien o mal, pero sentí placer mientras lo hacía, y reía a carcajadas al ver su rostro pálido desvanecerse mientras le gritaba desde el fondo de mi alma: ¡Muere perro blanco! ¡Vete al infierno junto con mi padre!. Luego de eso arrastré el cuerpo sin vida de perro blanco y lo acosté a tu lado, después de todo tu lo amabas.

Ahora ya tengo 8 años, un hombre me contó que tenía una tía en alguna parte, y que ella se podía hacer cargo de mi, ahora ya no quiero quitarme la vida, quiero salir adelante como tu siempre quisiste, pero me haces mucha falta mamita. Voy en busca de mi tía, pero antes de partir quise venir a verlos, mamá, perro blanco, dulces sueños.


POETA 1585

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