El novelista mas grande...

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Las pupilas de todos se apuñalaron al personaje que acababa de levantarse de la mesa número 5 del café “D’ Robert’s”, con el cabello despeinado, los zapatos sucios, una corbata rota y el olor a tabaco en todo el cuerpo, parecía no haber dormido en días, sus ojeras lo reflejaban, todos lo miraban marcharse, y se preguntaban como una persona con ese aspecto podía pagar un lugar tan caro en lugar de darse un baño y comprarse ropa nueva. Solo escribía, no habló con nadie, no separó los ojos de la puerta, no dejó propina y no dejó de llorar…

Me resultaba interesante su caminar altanero, un poco rígido, con los hombros medio encogidos y sacudiendo los brazos sin coordinación; su mirada reflejaba angustia y hacía notar que definitivamente se encontraba preocupado, pero había algo más en esa mirada que me resultó conmovedor. Me levanté de mi asiento dejando una buena propina al mozo, en compensación por la que no dejó el caballero de la mirada triste, y lo seguí intrigado preguntándome ¿Qué pasaría en ese momento por su mente?, ¿A qué se debía su tristeza?, ¿Qué era lo que con tanto empeño escribía en esos papeles?

Dos cuadras mas adelante subió a un taxi con dirección al río, yo hice lo mismo y lo seguí, pude observar que antes de subir sacó nuevamente sus papeles y su bolígrafo, supuse que nuevamente escribía. Me pareció ver a través del parabrisas su silueta sacando un pañuelo y secándose las lágrimas, y me preocupé aún más por él, yo se lo que es estar solo y que nadie te consuele, y me sentí obligado a ofrecerle una mano amiga, un hombro sobre el cual llorar, no es muy bueno guardarse las penas para uno mismo, una carga así puede terminar por destruirnos. Su taxi se detuvo cerca al río, el hombre bajó con el portafolios en la mano izquierda y unos papeles debajo del brazo, cerró la puerta y comenzó a correr, por un momento pensé que lo perdería, y fui como una bala detrás de él, mientras corría iba riendo, riendo a enormes carcajadas, sus dientes desalineados se mostraron a la luz, y sus cabellos desordenados jugaron con el viento, continuó corriendo y riendo hasta que se detuvo de golpe a la orilla del río, buscó un árbol y se sentó debajo de él a escribir; me oculté detrás de un árbol a unos 10 metros de él, y mientras observaba el inhóspito lugar donde había ido a parar, me di cuenta de que ese caballero había dejado caer en el camino uno de los papeles que llevaba bajo el brazo, tenía una caligrafía perfecta y mientras esperaba a que mi objetivo hiciera algún movimiento me detuve a leer.

Me siento vacío, triste, confundido tal vez, debo presentar mi novela al editor en menos de 48 horas y aún no está terminada, es más, no se si la terminaré, la he leído mas de cincuenta veces y sigue sin agradarme, me siento artísticamente impotente, no puedo pensar en un buen final para mi historia, mis personajes se aburrieron de jugar en mi cabeza y ahora yacen aburridos y desganados en mi cenicero…

Aún no logro recordar cuando se me fue la imaginación, ni cuando fue que cambié las historias de amor por las tragedias en las que mis lectores lloran mucho más de lo que entienden; lo cierto es que junto a mis personajes también yo me aburro, la gente en este lugar me mira cada vez mas raro, y es comprensible, soy el único demente que tarda más de 4 horas en tomarse una cada de café; pobres y estúpidos trogloditas, todos me miran y murmuran entre ellos, creyendo que no puedo escucharlos. Los miro a todos de reojo, uno por uno, sus trajes finos, sus zapatos elegantes, sus habanos, sus rostros pálidos y sin gesto, todos me dan asco, todos excepto una persona… Y todos ellos me observan como si estuviera aquí con la única finalidad de convertirme en su rata de laboratorio, para probar que tan flexible puede ser la paciencia de un escritor frustrado, que bebe a sorbos la taza de café más cara de su vida, mientras se fuma el último cigarrillo y busca un rumbo para su propia vida.

Yo creo que la falta de inspiración de una persona se debe a las pocas ganas de vivir que le quedan, así que mientras no le encuentre un rumbo a mi vida, no creo llegar muy lejos con todo este asunto de ser escritor. He buscado mis musas en niños, basurales, sangre, jefaturas de policía, gobernantes, cantantes, poetas, prostitutas, miles de objetos, pero ya no se me ocurre nada, el rostro de estas personas me resulta nauseabundo, y no creo llegar muy lejos en este lugar.

Tengo una novia a la que veo una vez a la semana, el resto de los días debo extrañarla, para que el día del encuentro sea algo especial; la amo, no lo niego, y hay días en que el sentimiento se vuelve mas profundo, las ganas de verla me consumen, y siento la necesidad de buscarla y arrancarle la inspiración de los labios, aquellos que ella siempre supo administrar, entregándome únicamente los besos que presupuestaba para mi.
Hace poco sentí un cambio en Mía, sus besos se volvieron mas tiernos y profundos, mientras me besaba acariciaba mi cabello y entonaba sutilmente nuestra canción… Anestesió mis sentidos por completo y sentí una vez más que me alejaba de este mundo putrefacto, esta vez ella venía conmigo, sujetaba mi mano y juntos surcábamos no se qué dimensión… Por un momento me sentí feliz, después de mucho tiempo. El problema radica en el resto de mi semana, no puedo evitar sentir cierta frialdad en cada una de sus palabras virtuales, me perturba en cierto modo, tal vez sea solo mi imaginación; en fin, esperaré mi próximo encuentro con la mujer de la sonrisa acogedora para contarle que escribí acerca de ella, mientras bebía el último sorbo de mi café.”


Ahora todo estaba más claro, pobre hombre, estoy seguro de que su vida entera dependía de ese libro y se encontraba tan sumiso en sus problemas que no podía encontrar su rumbo, además estaba Mía, siempre creí que las mujeres eran complicadas, pero en el fondo creo también que todas se hicieron con el mismo molde, en realidad, toda la psicología humana es compleja, y aquel hombre la necesitaba en ese momento, necesitaba su cariño, necesitaba una palabra tierna que le devuelva la vida y le agudice los sentimientos, lo que aún no me quedaba claro era el por qué de su llanto, no entendía del todo si era por Mía, o había algo más que lo atormentaba; debajo del árbol seguía llorando y riendo como un orate, observaba el agua golpear las piedras con la misma brutalidad con la que la sociedad golpea al hombre rendido, y continuaba escribiendo, sus lágrimas caían en los papeles y eso a el no le importaba; me dominó aún más la curiosidad cuando su gesto se volvió decidido, se enjugó las lágrimas y terminó el texto en el que trabajaba, lo volvió a leer detenidamente y se mostró satisfecho, orgulloso levantó el papel hacia el cielo y sintió con satisfacción el aire jugar nuevamente con su cabello; terminó con aquello que parecía ser un ritual de triunfo, tomó ese papel y subió a lo alto de un árbol, observó su texto una vez mas, lo arrugó haciendo una pelota y lo lanzó con todas sus fuerzas hacia unos árboles; me dejó frío, me preguntaba cómo pudo deshacerse de algo a lo que le había puesto tanto sentimiento, no pude concebir semejante barbarie, además, me sentí intrigado por conocer el contenido de ese papel, así que me deslicé suavemente entre la naturaleza hasta llegar al lugar por donde había caído la pelota de papel, la busqué desesperadamente entre las plantas, me pinché las manos con espinas, me ensucié las rodillas con la tierra, pero no me importaba, deseaba saber que era lo que con tanto esmero escribió ese hombre, busqué como loco por todas partes hasta que la encontré detrás de una piedra, cerca de un arbusto.
“Gracias por preocuparte por mi, sabía que lo harías cuando vi en el café la forma tan amable en la que saludabas al mozo, mientras toda la basura aristocrática que nos rodeaba lo juzgaba por sus rasgos aindiados; te esperé por cuatro horas hasta que llegaste, sabía que todos los días llegabas al café a la misma hora, hoy te retrasaste y no me importan los motivos, lo importante es que llegaste, a pesar de todo llegaste y no me importó que me acribillaran decenas de miradas asqueadas de mi presencia, todo lo que leíste en el papel que intencionalmente arrojé hace un momento es cierto, estoy desesperado, herido por dentro. Sé que eres muy curioso, pero no te preocupes, te enterarás de todo, tú y miles de personas alrededor del mundo, ahora tú tienes que encargarte de eso, dejo en tus manos bondadosas este peso tan grande, sé que estás confundido, pero no te preocupes, todo quedará claro en su debido momento.

Supongo que debes estar pensando que Mía es la razón de todas mis lágrimas, has estudiado mis movimientos desde que salí del café, pero debo desilusionarte, Mía es más que mi novia (ya entenderás esto luego) y como ya lo mencioné en el texto anterior, la amo, La Conozco desde hace muchos años y a través de ellos ha sabido ganarse mi corazón, nuestra relación tiene aún un corto tiempo y no he tenido el valor suficiente para decirle a la cara muchas cosas que siento por temor a sonar demasiado romántico y cursi (temo que eso termine cansándola).

En fin querido amigo, estoy seguro de que esta misiva será el comienzo de una amistad eterna, pues estoy seguro de que nunca me olvidarás, ahora te pido que regreses a donde me dejaste, necesito que hagas algo con mi portafolio, el que acabo de dejar a las orillas del río que desde hoy pasó a la historia, pues arrastró en su curso el cuerpo del novelista mas grande de todos los tiempos: YO…”


Sentí que la sangre se me congelaba en ese instante, y no me pregunté en ese momento cómo pudo predecir mis movimientos, pues me dejó paralizado la idea de lo que pudo haber pasado con él, corrí hacia la orilla del río para encontrarlo y exigirle que aclare todas mis dudas, mas fue inútil, el ya no estaba ahí, observé el río con el temor de que pudiera arrastrarme a mi también, y me acerqué lenta y temerosamente al árbol bajo el cual había escrito su último texto y donde se hallaba su portafolio, me senté bajo el árbol y abrí el portafolio, dentro se encontraba la novela que debía entregar a su editor, con una nota adjunta donde me indicaba la dirección a la que debía entregarlo y me daba las gracias por ese favor.

Regresé a casa, completamente asustado, frío, con la mirada perdida, tomé una ducha y me preparé una buena taza de café, dentro del portafolio habían dos cigarrillos que me fumé sin vacilar mientras me sentaba a leer la novela de mi nuevo amigo, y esa fue la historia mas triste que leí en toda mi vida, me cautivó capítulo a capítulo, suceso tras suceso, no podía dejar de leer, esa noche no dormí, no podía despegar la vista de aquella historia, cantaron dos gallos y se vieron las primeras luces del día, cuando me temblaron las piernas al leer el final del libro, que describía exactamente la forma en que el novelista había llegado al café y todo lo que pensaba mientras yo lo espiaba, cada una de las palabras de la última carta se encontraban en esa historia, que finalizó con la escena de un río, golpeando y arrastrando el cuerpo de mi nuevo amigo, hasta perderse quien sabe donde; dos lágrimas rodaron por mis mejillas y sin esperar tomé un taxi y fui a la dirección que se me había indicado…

Llegué a una casa pequeña pero muy bonita, toqué el timbre y salió una joven muy hermosa, de cejas pobladas y sonrisa coqueta, la mirada cautivadora y la tez blanca.

- Buen día, esta novela debía entregarse hasta hoy, no conozco el nombre del autor, tampoco al editor, ¿podría darme alguna referencia señorita?- me dirigí a la joven, quien me miraba un poco extrañada.
- Buen día, yo soy la editora de Javier, ¿Es esta su novela?, ¿Y dónde está él?, se supone que hoy nos veríamos.
- Lo siento… no podrá venir, falleció ayer, de hecho… se quitó la vida

La belleza de aquella joven se vio manchada con la amargura de sus lágrimas, su llanto reflejaba dolor, por lo que supuse que eran muy amigos; la muchacha estrujó la novela entre sus manos, me invitó a pasar y la leyó, le pregunté si mientras tanto podía recostarme en su sofá para dormir un poco, limpiándose las lágrimas me indicó que no había ningún problema, así que me recosté sobre el sofá y me quedé profundamente dormido…

Desperté un poco mareado y confundido, no reconocí el lugar en el que estaba, hasta que recobré mis cinco sentidos y recordé todo lo que había pasado, distinguí a la muchacha terminando de leer la novela, quien inmediatamente se levantó de su asiento, se acercó rápidamente hacia mi y me abrazó, aún no dejaba de llorar, traté de consolarla en lo que pude y le pregunté si estaría bien, ella respondió que si y que si deseaba podía marcharme, opté por eso, quería darme un baño y pensar en muchas cosas, al despedirme le pregunté por su nombre.

-Yo soy Mía, mucho gusto…




POETA1585

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